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John G. Lake operó en uno de los dones más poderosos e inspiradores de sanidad que el mundo haya visto jamás. En un sólo lapso de diez años, Lake vio más de 250,000 sanidades físicas confirmadas. En 1918, Spokane, Washington fue declarada la ciudad más saludable de los Estados Unidos debido a los Healing Rooms (Salas de Sanidad) de Lake. Su congregación lo llamaba con cariño «Doctor Lake» porque vio a más personas sanarse que los médicos locales. 

   Lake recibió a Cristo a la edad de 16 años, aprendió sobre la santificación alrededor de los 20 años de edad, y luego entró en un ministerio de sanidad después de experimentar el poder de la sanidad en su propia familia a través del ministerio de John Alexander Dowie en Chicago. Lake continuó operando en el don de la sanidad durante los siguientes 10 años y vio a cientos de personas sanadas.

   Al final de esos 10 años, Lake estaba más hambriento de Dios que nunca. Aunque él caminaba en lo milagroso, afirmó que aún no había experimentado el bautismo del Espíritu Santo. A menudo caminaba por las calles y gritaba espontáneamente en voz alta a Dios, sorprendiendo a todos los que lo rodeaban. Lake dijo: «Era la pasión anhelante de mi alma, pedirle a Dios en mayor medida de lo que entonces ya conocía. Pero mis amigos decían: ‘Señor Lake, usted tiene un hermoso bautismo en el Espíritu Santo.’ Sí, fue agradable hasta donde llegó, pero no respondía al grito de mi corazón. Estaba creciendo en una comprensión más amplia de Dios y de la necesidad de mi propia alma. Mi alma exigía una mayor profundidad en Dios, en Su amor, presencia y poder.»

   Guiado al desierto por su hambre de tener más de Dios, Lake ayunó y oró durante 9 meses, esperando a Dios. Varios meses después de su ayuno, el Espíritu habló con Lake y le dijo: «Sé paciente hasta el otoño.» Lake fue alentado y siguió adelante. Oró: «Dios, si me bautizas en el Espíritu Santo y me das Tu poder, nada se interpondrá para darte una obediencia cien veces mayor.”

    Al final de 9 meses, Lake estaba cansado. Más tarde relató: «Oré por el Bautismo del Espíritu Santo durante nueve meses, y si hubo un hombre que oró con honestidad y sinceramente en la fe, ese fuí yo. Un día finalmente estaba listo para rendirme y renunciar. Le dije: ‘Señor, quizás el bautismo sea para los demás, pero no es para mí. Simplemente no me lo puedes dar.” Yo no culpé a Dios. 

   Poco después de esto, un hombre llamado Pierce invitó a Lake a que se uniera con él y un grupo de otros creyentes que se habían estado juntando en su casa y orando durante el año anterior por el Bautismo del Espíritu Santo. Ninguno de ellos había recibido el Bautismo. Lake aceptó la invitación. Cinco minutos después de la oración, Lake fue abrumado cuando «la luz de Dios comenzó a brillar a mi alrededor, me encontré en el centro de un arco de luz de diez pies (tres metros) de diámetro, la luz más blanca en todo el universo. ¡Tan blanca! O, cómo hablaba de pureza. El recuerdo de esa blancura, esa maravillosa blancura, ha sido el ideal que ha permanecido ante mi alma desde entonces de la pureza de la naturaleza de Dios.»

    Después de esta experiencia, Lake fue invitado a orar por una mujer que sufría de reumatismo y que estaba atada a una silla de ruedas. Mientras oraba con ella, de repente «el Espíritu dijo: ‘He escuchado tus oraciones, he visto tus lágrimas. Ahora eres bautizado en el Espíritu Santo.’ Entonces las corrientes de poder comenzaron a correr a través de mi ser desde la corona de mi cabeza hasta las plantas de mis pies. Las conmociones de poder aumentaban en rapidez y voltaje. A medida que estas corrientes de poder pasaban a través de mí, parecían descender sobre mi cabeza, correr a través de mi cuerpo, y a través de mis pies en el suelo. Incluso hasta hoy el asombro de esa hora reposa sobre mi alma. Mi experiencia ha sido verdaderamente como Jesús dijo, que habrá dentro de ustedes ‘un manantial del que brotará vida eterna.’ Esa fuente incesante ha fluído a través de mi espíritu, alma y cuerpo, día y noche, trayendo la salvación, la sanidad, y el Bautismo del Espíritu en el poder de Dios a las multitudes.»

    Lake vendió todo lo que tenía y se dedicó al ministerio de tiempo completo. Dios le habló que pronto iría a África. 

    «Una mañana, cuando bajé a desayunar, descubrí que mi apetito había desaparecido. No podía comer. Continué con mi trabajo como siempre. En la cena no tenía ningún deseo de comer, y menos por la noche. Esto continuó hasta el tercer día. Pero hacia la noche del tercer día, un deseo abrumador de orar se apoderó de mí. Sólo quería estar a solas para orar. La oración fluyó de mi alma como una corriente. No podía dejar de orar. Tan pronto como me fuera posible llegar a un lugar solitario, me arrodillaba para derramar mi corazón a Dios durante horas. Sea lo que sea que estaba haciendo, esa corriente de oración continuaba fluyendo de mi alma. La noche del sexto día de este ayuno en el que el Señor me había puesto, mientras me estaba lavando las manos, el Espíritu me dijo: ‘¿Cuánto tiempo has estado orando para echar fuera demonios?’ y yo le respondí: ‘Señor, mucho tiempo.’ Y el Espíritu dijo: ‘De ahora en adelante, echarás fuera demonios.’ Me levanté y alabé a Dios.»

En una semana, un hombre violentamente loco fue llevado a Lake. Lake le ordenó al demonio que saliera de él en el nombre de Jesús y el hombre fue liberado instantáneamente. Dos días después, ese mismo hombre fue dado de alta de la institución donde había estado.

    Al año siguiente, Lake y su familia fueron llamados por Dios a Sudáfrica. Durante sus próximos cinco años de ministerio en Sudáfrica, Lake vio a más de un millón de personas dar sus vidas a Jesús, 625 nuevas iglesias plantadas y 1,250 predicadores levantados. Cuando Lake regresó a América, el trabajo en Sudáfrica continuó a través de las manos de los que Lake había entrenado. Los cinco cortos años de ministerio de Lake en Sudáfrica fueron tan impactantes que a Lake se le dio el título de «Apóstol Para África.» Gordon Lindsay declaró que Lake estaba «comprometido en un ministerio que en algunos aspectos rivalizaba con el de la Iglesia primitiva.»

    Lake siempre supo que había algo más, pero fueron las llaves del ayuno y la oración las que abrieron la puerta para satisfacer su hambre de tener más de Dios. Al renunciar a la satisfacción física y permitir tener hambre en su cuerpo, satisfizo el hambre de su alma y el mundo fue bendecido por esto.

Referencias:

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