Hoy es el tercer día del Ayuno de Ester. Miles de personas se han unido al ayuno, humillándose y consagrando sus vidas a Dios. Y ahora, en este tercer día, nosotros, como Ester, nos vestiremos con las túnicas reales de la justicia de Cristo y nos presentaremos ante el trono de la Majestad en lo Alto. Extenderá la vara de Su favor. ¡Surgiremos como una Ekklesia global en todo el mundo que se levantará, resistirá y reprenderá a este Coronavirus en el poderoso nombre de Jesús!
Quiero agradecerles personalmente, a los 70,000 que han estado con nosotros en este ayuno. Creo que, al igual que Ester, fueron elegidos para este momento para levantarse y salvar decenas de miles de vidas. Creo que el Padre declara sobre ustedes: «Son muy estimados en el cielo.»
Preparación
Queremos ser muy prácticos en este momento, dando lo que consideramos son pautas proféticas para desatar estas oraciones de fe y decretos con eficacia.
- Te animamos a orar no sólo individualmente, sino con otras dos o tres personas reunidas. Comiencen su tiempo delante del Señor, alabando y adorando a Aquel que está siendo alabado este momento por miles de ángeles y miles alrededor del trono. En realidad, ahora eres parte de esa reunión de oración cósmica. Alaba a Aquel que es el Soberano indiscutible del Universo. Fortalécete con Salmos 8:2, que de los labios de los bebés y de los pequeñitos Dios ha ordenado alabanza para silenciar al enemigo y al vengador.
- Cuando el ángel de la muerte en el libro de Éxodo estaba llegando casa por casa y matando a los primogénitos de Egipto, Se les ordenó a los Israelitas que tomaran la sangre de un cordero puro y que la rociaran en los postes de sus hogares. Sentimos que todos los que oran deben, en primer lugar, suplicar la sangre de Jesucristo sobre ustedes mismos, su grupo de oración y sus familias para cobertura espiritual y protección del enemigo.
- Vístete con las túnicas de la justicia de Cristo. Has confesado tu pecado, has consagrado tu vida de nuevo a Dios, has abandonado a tus ídolos, y ahora entonces, libérate de toda verguenza. Proclamemos, de acuerdo a 2 Co. 5:21, «¡Yo soy la justicia de Dios en Cristo Jesús!» Declara, de Efesios, que «Ahora estoy sentado a la diestra de Dios con Cristo Jesús, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío.»
- Ahora siéntate por fe con la Ekklesia de todo el mundo y únete a esa sala del trono celestial donde Dios gobierna sobre los asuntos de la tierra. Allí, parado con nuestro gran defensor y mediador entre Dios y el hombre, Jesucristo, confiesa tus pecados y los pecados de tu nación como Daniel en Daniel 9, y pide el veredicto de misericordia de Dios sobre las naciones. Entonces reclama por fe el poder de esa sangre expiatoria que habla mejor que la sangre de Abel. Habiendo hecho estas cosas, ¡ahora vamos a declarar los decretos del cielo y extender la vara de la autoridad de Cristo y gobernar en medio de nuestros enemigos contra este Coronavirus!
Decretos
Aquí queremos asegurarnos de que no estamos despotricando contra principados y potestades, y gritándoles arrogante y presuntamente. Eso no es bíblico si no peligroso. En esta sección, queremos hacer decretos bíblicos con la autoridad de la Palabra de Dios como apoyo. Comenzaremos viéndonos vestidos con la justicia de Cristo y, antes de cada decreto siguiente, declararemos: «Estamos en la victoria de Cristo y de Su autoridad.»
- Cuando la tormenta vino en el mar de Galilea (Marcos 4:37) para evitar que Jesús cruzara para liberar al endemoniado gadareno, Jesús reprendió la tormenta y dijo: “¡Calla! ¡Enmudece!” Hermanos y hermanas de todo el mundo, ahora liberemos ese decreto, ese mandamiento, frente a la plaga y digámosle: “¡Calla! ¡Enmudece!”
- La Biblia dice: “Sométete a Dios. Resiste al diablo y huirá de ti” (Santiago 4:7). Te has sometido a Dios, ahora levántate y declara: «Te resistimos, Coronavirus, debes huir en el nombre de Jesucristo que tiene toda la autoridad sobre el cielo y la tierra.»
- Cuando estalló una plaga y el ángel de la muerte estaba matando a miles por el pecado de David, Dios dijo a ese ángel: «¡Basta! ¡Detén tu mano!» (2 Sam. 24:16). Hermanos y hermanas, en sus oraciones, comiencen a declarar este mismo decreto de fe: «¡Basta, Coronavirus! ¡Detén tu mano!»
- Este pánico que se está apoderando de las naciones no es de Dios, porque Dios no nos ha dado un espíritu de temor. Este pánico es demoníaco. Toma tu lugar, renuncia al miedo en tu vida, y luego dile a este espíritu de miedo: «En el nombre de Jesús, nos unimos en un solo acuerdo global y reprendemos a este espíritu de miedo que atormenta a los habitantes de la tierra.»
- Finalmente, Jesús dijo: » Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20), y, «Te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos» (Mateo 16:19). Declara esto: «Como la Ekklesia global, en todo el mundo, cubierta de la sangre de Jesús, y vestida con Su autoridad, atamos esta plaga y le ordenamos que se sosiegue y se postre a los pies de Jesús en el nombre de Jesús!»
No juzgues por lo que tus ojos ven inmediatamente. Mantén tu posición de fe hasta que veamos la manifestación de estos decretos.
Oraciones
- Ora por las familias cuyos seres queridos han muerto o están sufriendo por el virus ahora. Ora para que sus corazones se vuelvan a Dios.
- Ora por una liberación sin precedentes de señales, maravillas y milagros de sanidad a través del Cuerpo de Cristo.
- Empieza a orar para que una vacuna sea descubierta rápida y sobrenaturalmente. Ora por las organizaciones de salud, los trabajadores médicos y los socorristas.
- Ora para que la cosecha esté tan madura por este sacudimiento que millones de personas en todo el mundo estén preparadas para recibir a Jesucristo como Señor y Salvador.
- Ora al Señor de la Cosecha para que “ekballo” a miles de obreros a los campos maduros.
- Ora para que los líderes gubernamentales tengan sabiduría.
- Ora para que esta crisis traiga unidad donde ha habido tal división.
Alabanza
- Alabado sea el Señor por Sus poderosos actos, por su gran misericordia, sus poderosos actos de liberación y su amor que no falla.