En su excelente libro, La Potencia Oculta del Ayuno y la Oración, Mahesh Chavda cuenta una conmovedora historia de cuando tocó a un niño quebrantado a través de la oración y el ayuno. Es otro ejemplo del poder del ayuno y la oración para liberar a los cautivos del poder de la oscuridad. En ese momento, Mahesh estaba trabajando en un hospital para niños con discapacidad mental en Lubbock, Texas.
Nunca olvidaré el día que conocí a un chico de 16 años en ese grupo a quien yo llamaré «Esteban.» Esteban era una víctima del síndrome de Down, una forma de retraso mental de moderado a severo, a menudo caracterizado por una capacidad mental reducida y por ciertas deformaciones físicas. Pero Esteban era afligido por algo aún peor. Este joven era impulsado a gritar constantemente y a golpearse duramente el rostro.
El personal de la unidad psicológica de la escuela tenia un permiso legal de los oficiales del estado en Austin, Texas, para poner a Esteban bajo una terapia de choques eléctricos durante un período de seis meses…administrando choques eléctricos cada vez que él se golpeaba a sí mismo. Su condición empeoraba cada vez más en lugar de mejorar. Mientras estuve allí, su rostro parecía la piel de un lagarto disecado debido a los golpes que se daba continuamente.
Finalmente, los asistentes ataban las manos de Esteban en unas varas de tal manera que no podía doblar sus brazos para tocar su rostro. El único problema era que los otros chicos de su dormitorio inventaron un nuevo juego cuando se dieron cuenta de que las manos de Esteban estaban atadas. Les gustaba correr por detrás de él y empujarlo tan fuertemente que le hacían perder el equilibrio y caer. Y como Esteban ya no podía proteger instintivamente su rostro con sus brazos por las varas con que lo amarraban, cada vez que los otros chicos jugaban su juego y lo empujaban, Esteban caía con el rostro contra el piso sin tener la menor oportunidad de protegerse o de suavizar la caída. Muchas veces lo encontrábamos sangrando de su nariz, sus labios, y su boca. Cada vez que yo venía, Esteban sentía el amor de Dios a través de mí y simplemente ponía su cabeza en mi hombro para llorar.
Un día le, dije, “Señor, tú me dijiste que me habías enviado aquí para amar a estos niños. ¿Cuál es la respuesta para Esteban?» Escuché muy claramente la voz del Espíritu Santo que me decía, “Esta clase no sale si no es con oración y ayuno.» Aunque este puede ser un versículo muy conocido para usted, a mí me pareció totalmente extraño. ¡Yo había asistido a un seminario Bíblico por cuatro años y había obtenido mi grado de bachiller en teología ahí, pero ni si quiera sabía que el Espíritu Santo me estaba diciendo un pasaje de La Escritura que está en Mateo 17:21!
Otra cosa que no había aprendido durante mis cuatro años de entrenamiento Bíblico era el tema del ayuno. Yo dije, «¿Ayunar? ¿eso no quiere decir no comer ni beber?» Entonces no comí ni bebí nada. No sabía que cuando uno ayuna, al no comer, podemos soñar con pollo frito, papas fritas, y carne. Tampoco estaba al tanto de que cuando uno ayuna sin tomar agua, nuestras prioridades cambian. En el tercer día de mi ayuno sin agua, ¡empecé a tener celos cada vez que escuchaba a alguien lavarse las manos en la pileta del baño!
En el cuarto día, el Señor me habló y me dijo, «Puedes beber,» entonces empecé a tomar agua. Pero no corté el ayuno hasta el día catorce, y entonces el Señor me dijo, “Ahora, ora por Esteban.» Cuando llegué a la escuela por cambio de turno ese día, llevé a Esteban a mi pequeña oficina y le dije, “Esteban, sé que tu mente podría no entender lo que estoy diciendo, pero tu espíritu es eterno. Quiero decirte que yo soy un siervo del Señor Jesucristo. He venido a predicarte las buenas nuevas a ti. Quiero que sepas que Jesucristo vino para liberar a los cautivos.»
Luego le dije, «En el nombre de Jesús, espíritu malo de mutilación, déjalo ahora en el nombre de Jesús. «¡Repentinamente, el cuerpo de Esteban fue arrojado a más de dos metros de mí chocando con la otra pared de la pequeña oficina! Cuando Esteban dio contra la pared, su cuerpo se elevó más o menos a un metro del piso, y luego se deslizó hasta el piso y dejó salir un largo suspiro. Inmediatamente sentí un increíble y asqueroso olor a huevos podridos y a azufre ardiendo, que luego fue desapareciendo gradualmente.
Rápidamente me acerqué a él y lo tomé en mis brazos, le quité las varas de sus brazos mientras él me miraba con sus ojos bien abiertos. Luego empezó a mover sus brazos y suavemente se tocaba el rostro. Vi que suavemente se tocaba los ojos, la nariz, y los oídos; luego empezó a sollozar. Se dio cuenta de que por primera vez no sentía el impulso de golpearse a sí mismo. ¡Suavemente se acariciaba el rostro, porque había sido liberado! En ese inolvidable momento, el Señor me reveló cuán poderosa era el arma que Él nos había dado para derribar fortalezas y liberar a los cautivos. En pocos meses, todas las células muertas habían caído del rostro de Esteban. Había empezado a sanar porque había dejado de golpearse.
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